Esta noche pensé en experimentar a cambiar mi rutina de sueño y probar con el sonido binaural. Después de probar un rato con vídeos de Youtube y mp3, pensé que era mejor aprovechar que tengo un iPhone para bajarme una aplicación. Hay varias, gratis y de pago, y me decidí por BrainWave. Os dejo aquí el enlace para que podáis ver sus características.
Me puse los auriculares, seleccioné el programa de sueño lúcido con un fondo de suave música ambiental y me acosté. Error. No sólo no he tenido el control de mis sueños esta noche, sino que en cuanto me daba cuenta de que soñaba éstos se han interrumpido de forma abrupta en ese mismo instante, cosa que no me ocurre jamás.
Además, tengo toda la sensación de no haber descansado en toda la noche y he tenido la impresión de haber estado despierta a ratos a lo largo de todo el tiempo. Es verdad que tener los auriculares enredándose por mi cuello o clavarme el teléfono en el pecho tampoco ha ayudado mucho. Esta noche probaré con otro programa, a ver qué tal. De momento, puntos negativos para esta idea.
No es la primera vez que experimento con este tipo de sonidos. En su día los utilicé para ayudarme a concentrarme en el estudio, e incluso me bajé hace años una serie de CD para provocar viajes astrales y así fue como me di cuenta de que son un tipo especial de sueños lúcidos.
Os dejo a continuación con el relato de mis sueños de esta noche.
El primer sueño que recuerdo de esta noche ha sido con antiguas compañeras de trabajo. Anoche vi en un grupo en Facebook el nombre de una de ellas y se ve que ése ha sido el detonante. La cuestión es que me las encontraba por la calle. Hacía uno de esos días de luminosidad gris y parecía que todo el mundo estaba de marcha.
Una de las chicas, Andrea, estaba vestida con un bolero de plumas blancas y unos leggins que le hacían tener las piernas muy largas y nos dirigíamos a una cabaña en medio de la nieve para tomar algo. Una vez allí, viendo las viejas paredes de madera, la luz clara y gris entrando por una amplia ventana y sin nada de luz artificial empecé a darme cuenta de que era un sueño y en ese instante terminó.
Un hijo discapacitado
Pasé a un fondo oscuro durante un tiempo y empecé con otro sueño. En esta ocasión viajaba en el transporte público y se ve que tenía un hijo, Antón. El chico tendría unos nueve o diez años, e iba vestido con unos pantalones vaqueros (mezclilla) y una camiseta de manga larga con anchas rayas blancas y azul marino. Ayer estuve mirando unas fotos de un gorrito de lana que tejí con esos mismos colores, así que de ahí venía la imagen.
La cuestión es que íbamos en un autobús o un tranvía, y el día era soleado. Había bastante gente. Yo hablaba con mi hijo, que parecía tener algún tipo de minusvalía intelectual. Recuerdo que cuando debíamos bajarnos él tenía problemas para manejarse con los empinados escalones del transporte y yo le agarraba por debajo de los hombros para bajarle y alcanzar el suelo, mientras otros pasajeros nos ayudaban a apearnos.
Discutíamos por su nombre. Decía que no le gustaba nada llamarse Antón, que nadie se llamaba así, que por qué había elegido ese nombre y yo le contestaba que era tonto, que tenía un nombre original y precioso, que no dijera esas cosas porque me daba pena que despreciara el nombre que había elegido para él.
Ya en la calle, de camino a la escuela y metidos en un torrente de personas, quise agarrar su rostro entre las manos. Me fijé en un brillo extraño en sus ojos y me di cuenta de que su iris era artificial. Tenía un complejo sistema para ajustarse a la luz, pero sin duda era un sistema mecánico, hecho de pequeñas placas circulares de bronce y minúsculos mecanismos.
Cuando empecé a sospechar de que eso no era natural y apenas tomé consciencia de que estaba soñando volví a tener un fundido en negro y todas las imágenes volvieron a volatilizarse como si hubiera habido un apagón.
Mi querida Córdoba
El tercer sueño seguido, y último, me situaba en una de los pisos en los que viví en Córdoba. Mi madre planea volver a vivir allí en breve, cerca de mi hermana y de mi sobrina C, a quien anoche vi en una foto con su uniforme en la cocina de su casa, así que de aquí viene el punto de arranque.
En el piso con el que soñé anoche viví desde los once a los catorce años, era amplio y tenía un gran salón con un balcón que daba a un estupendo parque. Como vivíamos en la séptima planta, podía ver desde casa el paisaje de la sierra cordobesa con el verdor de los plátanos europeos del parque en primer plano.
En mi sueño yo dormía en una cama y mi marido en otra a mi lado. Sé que estábamos de paso, porque habíamos vuelto de la salida con las chicas del trabajo de mi primer sueño de la noche y tratábamos de dormir. Estábamos extrañados porque había movimiento, ruido y luz en la casa.
Mi marido me dijo que nos levantáramos y fuéramos a ver qué pasaba. Me dijo que nos pusiéramos las camisetas, a rayas blancas y azul oscuro como en mi segundo sueño, y que saliera de la habitación a ver por qué había tanto escándalo a medianoche. Me levanté y fui a la habitación de al lado donde, al parecer, mi sobrina C recibía clases particulares. La profesora estaba con ella y parecía prepararse para finalizar y marcharse.
A mí me parecía de lo más extraño. Así que fui a buscar a mi hermana para protestar y decirle que vaya manera de explotar a la niña, haciendo que estudie hasta altas horas de la noche, cuando me di cuenta de lo absurdo de la situación y me dije que era un sueño, pero en lugar de seguir soñando o jugar a cambiar la situación, el sueño desapareció, y decidí despertar. Mala noche. Estoy molida.